domingo, 26 de junio de 2011

EL OCASO DE LOS DIOSES - Richard Wagner

GUNTHER
¡Tú, Hagen, guarda el palacio!
 
(sigue a Sigfrido hasta la orilla.
Mientras Sigfrido y Gunther,
después de haber dejado sus armas
dentro de la barca, izan la vela y
disponen todo para zarpar. Hagen
coge su lanza y su escudo. Gutrune
aparece en la puerta de sus
aposentos justamente cuando
Sigfrido empuja la barca, que es
arrastrada en seguida hacia el
centro de la corriente)
 
GUTRUNE
¿A dónde se dirigen con tanta prisa?
 
HAGEN
A cortejar a Brunilda
 
GUTRUNE
¿Sigfrido?
 
HAGEN
Mira que prisa tiene 
en hacerte su esposa.
 
GUTRUNE
Sigfrido... ¿mío?
 
(regresa a sus aposentos sumamente
excitada. Sigfrido ha cogido los
remos y con fuertes golpes impulsa
rápidamente la barca río abajo, de
forma que desaparece muy pronto
de vista) 
 
HAGEN
(está sentado, inmóvil, con la
espalda apoyada en una columna 
de la sala)
Aquí guardo la casa 
y el palacio de los enemigos.
El viento empuja al hijo de Gibich 
que se dirige a cortejar a una mujer.
Un fuerte héroe 
que se enfrentará al peligro por él,
guía el timón.
A su propia esposa traerá al Rin 
para que Gibich se case con ella.
¡Pero a mí me traerá el anillo!
¡Vosotros, hijos de la libertad, 
felices compañeros, 
alejaos alegremente
en vuestra barca!
Aunque ahora 
lo consideréis inferior, 
llegaréis a ser siervos 
del hijo del nibelungo.
 
(un tapiz, que adornaba la sala 
por la parte del proscenio, cae 
de golpe y oculta el escenario al
espectador)
 
Escena Tercera
 
(vuelve a alzarse el telón. En la 
roca de la walkyria como en el 
prólogo. Brunilda está sentada a 
la entrada del aposento de piedra,
contemplando en silencio el anillo
de Sigfrido. Llena de recuerdos
felices, cubre el anillo con sus
besos. Se oye un trueno lejano;
Brunilda levanta los ojos y escucha.
Después se vuelve otra vez al
anillo. Un relámpago centelleante.
Brunilda escucha de nuevo y
observa la lejanía, desde donde
viene un negro nubarrón tormentoso)
 
BRUNILDA
A lo lejos oigo un ruido 
que me trae recuerdos del pasado.
¡Un caballo alado cabalga hacia aquí
y a través de las nubes se dirige 
a esta roca con gran estrépito!
¿Quién es el que me busca 
en mi soledad?
 
VOZ WALTRAUTE
(desde lejos)
¡Brunilda, hermana!
¿estás despierta o dormida?
 
BRUNILDA
(se levanta de su asiento
¡Waltraute me está llamando!
¡que feliz me hace!
 
(llamando hacia la escena)
 
¿Eres tú, hermana, la que viene?
¿Cabalgas con valentía en mi busca?
 
(corre hacia el borde de la roca)
 
¡Aquí, en el bosque!
- aún te acuerdas -
¡Baja del caballo 
y deja que el alado descanse!
 
(corre hacia el bosque, desde 
donde se deja oír un fuerte
estruendo semejante al de una
tormenta. Brunilda regresa con
Waltraute; permanece alegre,
muy emocionada, sin advertir el
estado de profunda angustia en 
que se encuentra Waltraute)
 
¿Has venido a verme?
¿Eres tan valiente 
que no has tenido miedo 
de venir a saludar a Brunilda?
 
WALTRAUTE
Sólo por tu propio bien 
he venido tan aprisa.
 
BRUNILDA
(alegremente y con mucha
agitación)
¿Y por el bien de Brunilda 
has osado contradecir las órdenes
del Padre de las Batallas?
¿O se trata de algo más? 
Dime:
¿se ha desvanecido ya 
la ira de Wotan contra mí?
Le desobedecí 
y protegí a Siegmund 
pecando...eso ya lo sé...
aún así llevé a cabo sus deseos.
También sé que su furia pasó, 
pues aunque me dejó dormida
y prisionera en esta roca,
me reservó sólo para el hombre 
que me encontrara y despertara.
Accediendo a mis súplicas 
rodeó la roca 
de un fuego abrasador 
para impedir el paso 
a los cobardes.
Mi sentencia 
me trajo la felicidad, 
pues el más maravilloso 
de entre todos los héroes
me consiguió como esposa.
Hoy, resplandezco 
y sonrío con su amor.
 
(abraza con gran demostración 
de alegría a Waltraute, que
intenta zafarse con gran
impaciencia)
 
Hermana, ¿te sedujo mi destino?
¿querías gozar 
de mi felicidad y compartir
lo que me ha ocurrido?
WALTRAUTE
(con vehemencia)
¿Compartir ese delirio
que se ha apoderado de ti, loca?
Otra cosa me ha obligado, con temor,
a desobedecer las órdenes de Wotan. 
 
(sólo en este momento Brunilda se
da cuenta del excitado estado de
ánimo de Waltraute)
 
BRUNILDA
¿Acaso la ansiedad y el miedo 
se han apoderado de ti, hermana?
¿No cesó la severidad Wotan?
¿Tienes miedo de su ira y castigo?
 
WALTRAUTE
(sombría)
Si aún los temiera, 
pondría fin a mis temores.
 
BRUNILDA
¡No entiendo nada!
 
WALTRAUTE
¡Escúchame atentamente!
Mi miedo me empuja 
de vuelta al Walhalla
tal como me ha empujado 
a venir aquí desde el Walhalla.
 
BRUNILDA
(asustada)
¿Qué les pasa a los dioses eternos?
 
WALTRAUTE
Escucha con atención e inteligencia
lo que voy a decirte.
Desde que se despidió de ti,
Wotan no ha vuelto 
a enviarnos a la lucha.
Perdidas y desorganizadas
ansiamos volver a cabalgar.
El Padre de la Guerra 
no llevó consigo 
a los valientes héroes del Walhalla,
y sólo con su caballo, sin descanso, 
recorrió el mundo 
como el Viandante.
No hace mucho tiempo, 
regresó a casa, 
llevando en sus manos 
los trozos de su lanza
que había sido destrozada 
por un héroe.
Con un gesto, envió 
a los nobles del Walhalla 
al bosque para que talaran 
el Fresno del Mundo, 
e hizo que amontonaran 
los trozos de madera 
en una pila monstruosa 
alrededor de la casa de los Benditos.
Reunió al consejo de los dioses, 
tomó asiento en su trono solemne
y ordenó a los atemorizados dioses 
sentarse junto a él.
Los héroes llenaron el palacio 
formando círculos alrededor de él.
Y allí permanece sentado, 
sin decir palabra, 
en su trono majestuoso, 
silencioso y serio,
sosteniendo en su mano 
los restos de su lanza.
Se niega a tocar 
las manzanas de Holda.
El asombro y el miedo 
se han apoderado de los dioses.
Ha enviado a sus dos cuervos 
a viajar por el mundo:
si le traen buenas noticias, 
entonces una vez más,
por última vez, 
el dios volverá a sonreír.
Las walkyrias 
permanecen sentadas junto a él
agarradas a sus rodillas, 
pero él ni siquiera se da
cuenta de nuestras miradas 
llenas de lágrimas.
Todos estamos consumidos
por el miedo y la ansiedad 
que nunca se acaban.
Yo, me agarré a su pecho 
llorando y entonces, 
al pensar en Brunilda 
su mirada se hizo más dulce.
Suspiró profundamente, 
cerró los ojos y como 
si se hallara sumido en un sueño, 
susurró estas palabras:
"Si ella devolviera el anillo 
a las Hijas del Rin,
los dioses y el mundo se verían
libres del peso de la maldición".
Así que yo, después de pensarlo, 
me deslicé de entre los héroes 
y en secreto y a toda 
prisa monté mi caballo y cabalgué
hasta a ti a toda velocidad.
Oh hermana, deja que te suplique:
ten el coraje para llevar a cabo 
lo que sólo tú puedes hacer.
¡Pon fin a esta desgracia eterna!
 
(se ha arrojado a los pies de
Brunilda)
 
BRUNILDA
(pausadamente)
¿Qué historias me explicas 
de sueños de ansiedad 
con tanta tristeza?
Por mi locura, estoy apartada 
del sagrado cielo del dios.
No entiendo lo que me dices.
Tu historia me parece 
confusa y sin sentido. 
En tu ojos 
¡qué cansados parecen!
brillan llamas relucientes.
¿Qué quieres de mí, 
lívida hermana 
de mejillas pálidas?
 
WALTRAUTE
(con decisión)
El anillo de tu dedo: eso deseo.
¡Acepta mi consejo, por Wotan,
déshazte de él!
 
BRUNILDA
¿El anillo?
¿Deshacerme de él?
 
WALTRAUTE
¡Devuélvelo a las hijas del Rin!
 
BRUNILDA
¿A las hijas del Rin? 
¿Yo... el anillo?
¿La prenda de amor de Sigfrido?
¿Estás loca?
WALTRAUTE
¡Escucha, escucha mis temores!
¡Los dolores que el mundo padece 
se deben a él!
Déshazte de él, échalo al agua.
¡Tira el maldito anillo al río
para poner fin 
a la desgracia del Walhalla!
 
BRUNILDA
¿Sabes lo que este anillo significa?
¿Cómo podrías entenderlo hermana, 
que no tienes sentimientos?
Para mí, este anillo significa más 
que los placeres del Walhalla
y más que la gloria de los dioses. 
¡Una sola mirada a este claro oro
un solo rayo de su brillo majestuoso
significa más para mí 
que todos los dioses 
y su eterna felicidad!
Pues, como un paraíso, a través de él
el amor de Sigfrido brilla sobre mí:
¡El amor de Sigfrido!
Oh, si pudiera explicarte 
la alegría que ello me supone. 
Eso es lo que el anillo es para mí.
Regresa a tus dioses 
y a su secreta asamblea, 
y sobre el anillo, diles esto:
nunca renunciaré al amor;
nunca me separarán del amor,
aunque el radiante esplendor 
del Walhalla caiga en ruinas.
 
WALTRAUTE
¿Es así como demuestras tu lealtad?
¿Así, con dolor y sin amor, 
abandonas a tu hermana?
 
BRUNILDA
¡Vete, 
cabalga en tu caballo!
¡No te llevarás mi anillo!
 
WALTRAUTE
¡Maldita! ¡Maldita!
¡Hermana, estás maldita!
¡Ay de los dioses del Walhalla!
 
(se precipita fuera. En seguida 
se eleva desde el bosque una nube
tormentosa)
 
BRUNILDA
(mientras sigue con la mirada la 
iluminada y tormentosa nube, que 
se eleva y se pierde totalmente en 
la lejanía)
Vete, 
el viento ha despejado el cielo 
de nubes y relámpagos.
¡No vuelvas otra vez por aquí!
 
(ha caído la tarde. Desde el fondo,
poco a poco aparece un resplandor
como de fuego. Brunilda contempla
tranquila y sosegadamente el
paisaje)
 
La luz del crepúsculo 
cubre ya el cielo
y mi fuego guardián 
brilla aún más.
 
(el resplandor ígneo se aproxima
desde abajo. Lenguas de fuego,
cada vez más ardientes, se alzan y
llegan a lamer el borde rocoso)
 
¿Por qué las llamas 
se alzan con tanta furia?
El fuego, se extiende hasta la cima 
de este páramo rocoso.
 
(se oye, desde abajo, la llamada 
del cuerno de Sigfrido. Brunilda se 
pone en pié llena de entusiasmo)
 
¡Sigfrido!
¿Acaso ha vuelto Sigfrido?
¡Hace sonar el cuerno para mí!
¡Sube! ¡Sube!. ¡He de verle!
¡He de ir a los brazos de mi dios!.
 
(corre con gran entusiasmo 
hasta el borde de la peña. Se 
elevan grandes llamas: de entre
ellas salta Sigfrido hasta una 
roca elevada, tras lo cual las 
llamas vuelven a retroceder en
seguida y sólo brillan por la 
parte de abajo. Sigfrido, con el
Tarnhelm en la cabeza, que le
cubre el rostro hasta la mitad
y solamente le deja libres los 
ojos, aparece bajo la figura 
de Gunther)
 
¡Traición!
 
(Brunilda retrocede sorprendida 
y llena de espanto hasta el
proscenio y desde allí clava, con
sombrío asombro, la mirada en
Sigfrido)
 
¿Quién penetró hasta mí?
 
(Sigfrido, permaneciendo en la 
roca del fondo, y apoyado sin 
moverse en su escudo, observa a 
Brunilda. Largo silencio)
 
SIGFRIDO
(disimulando la voz, más oscura)
¡Brunilda, vino un pretendiente
que no tiene miedo de las llamas!
¡Te he conseguido como esposa!
¡Debes seguirme!
 
BRUNILDA
(temblando)
¿Quién es el hombre 
que ha podido hacer lo que sólo 
a un héroe está destinado?
 
SIGFRIDO
(igual que antes)
Un héroe que te puede domar,
si sólo con la fuerza se te controla.
 
BRUNILDA
(llena de espanto)
Un espíritu maligno
se ha adueñado de esta roca.
Un águila ha descendido
para devorarme.
¿Quién eres, hombre terrible?
 
(largo silencio)
 
¿Eres un ser humano?
¿Procedes de las huestes 
nocturnas de Hella?
 
SIGFRIDO
(igual que antes. Empieza con voz
algo trémula, pero inmediatamente
se afirma)
Soy un gibichungo, 
y Gunther se llama el héroe, 
al que, como mujer, has de seguir.
 
BRUNILDA
(llena de desesperación)
¡Wotan! 
¡Dios furioso y cruel!
¡Oh, ahora comprendo 
el significado de tu castigo!
¡Me has sentenciado 
a la burla y a la desgracia!
 
SIGFRIDO
(bajando de la roca, se aproxima
a Brunilda)
Ya cae la noche.
¡En tu cueva tienes que 
desposarte conmigo!
 
BRUNILDA
(mientras amenazadoramente
extiende el dedo en el que lleva 
el anillo de Sigfrido)
¡No te acerques más! 
¡Debes temer este símbolo!
No podrás empujarme a la deshonra 
mientras este anillo me proteja.
SIGFRIDO
Entrégaselo a Gunther, tu esposo.
¡Este anillo será tu anillo de bodas!
 
BRUNILDA
¡Aléjate de mí bandido! 
¡Ladrón villano!
No te atrevas a acercarte a mí.
Este anillo me hace 
más fuerte que el acero.
¡Nunca me lo robarás!.
 
SIGFRIDO
¡Ahora me puedes enseñar 
cómo sacártelo!
 
(se abalanza sobre ella. Ambos
luchan. Brunilda se zafa, escapa
y se da la vuelta como para
defenderse. Sigfrido vuelve a
agarrarla. Ella huye; él la alcanza.
Ambos forcejean. Él la agarra
por la mano y le saca el anillo 
del dedo. Brunilda grita
desesperada. Al caer, como rota, 
en los brazos de él, su mirada 
choca inconscientemente con la de
Sigfrido. Éste la deja caer exánime
en un banco de piedra que hay
delante del aposento)
 
Ahora ya eres mía.
Brunilda, esposa de Gunther,
déjame hacer uso de tu cueva.
 
BRUNILDA
(con voz indiferente y llena de
impotencia)
¡Cómo podría impedirlo, 
una desgraciada mujer!
 
(Sigfrido la apremia con gesto
decidido. Temblando y con paso
vacilante ella entra en la morada.
Sigfrido desenvaina con
determinación su espada)
 
SIGFRIDO
(con su voz natural)
Notung, sé testigo 
de que le hice la corte con castidad.
¡Para mantenerme fiel al hermano, 
debes separarme de su esposa!
 
(sigue a Brunilda)
ACTO SEGUNDO
 
 
(en la orilla, delante del palacio
Gibichungo. A la derecha una
puerta de entrada a la sala. A la
izquierda la orilla del Rin donde
se eleva una eminencia rocosa y
agrietada, atravesada por varios
senderos de montaña, que sube
hacia el foro a la derecha
transversalmente. Allí se ve una 
piedra de sacrificios levantada en
honor de Fricka, y más arriba, otra
mayor para Wotan así como un
monolito consagrado a Donner. Es
de noche)
 
Preludio y Primera Escena
 
(Hagen, con la lanza entre los
brazos y el escudo a un lado, está
sentado durmiendo. Aparece de
improviso la luna e ilumina a Hagen
y su inmediato entorno. Se advierte
a Alberico, agachado delante de
Hagen, con los brazos apoyados en
las rodillas de este)
 
ALBERICO
(en voz baja)
¿Estás dormido Hagen, hijo mío?
¿Duermes y no me oyes a mí, a quién 
descanso y sueño traicionaron?
 
HAGEN
(en voz baja, sin moverse. Tiene
los ojos abiertos y fijos como
hipnotizado)
Sí te oigo, duende malvado
¿qué tienes que decirle 
a mi sueño?
 
ALBERICO
¡Recuerda el poder que obtendrás,
si eres tan valiente 
como la madre 
que te dio la vida!
 
HAGEN
(igual que antes)
Si mi madre me dio coraje,
no puedo darle las gracias por ello
pues cedió a tus engaños:
¡Envejecido, arrugado y pálido,
odio a la gente que es feliz 
y nunca estoy contento!
 
ALBERICO
(igual que antes)
¡Hagen, hijo mío!
¡Odia a la gente que es feliz!
Así, a mí, que vivo sin placeres
abrumado por la pena,
me amarás como es debido.
Si eres fuerte, 
valiente y astuto,
aquellos contra los que luchemos 
en las batallas nocturnas 
se hallarán en peligro 
gracias a nuestro odio.
Aquél que me robó mi anillo, 
Wotan, el malvado ladrón, 
fue vencido por su propio hijo.
Ante el welsungo perdió 
todo su poder y autoridad, 
y ahora, sentado junto a los dioses, 
contempla asustado su caída.
Ya no le temo. 
Él deberá morir con los demás.
Hagen, hijo mío ¿duermes?
 
HAGEN
(en la misma actitud)
¿Quién heredará 
el poder de los inmortales?
 
ALBERICO
¡Yo y tú!
Heredaremos el mundo, 
si me eres leal, si compartes 
mi desgracia y mi furia.
La lanza de Wotan 
está rota en pedazos. 
La destrozó el welsungo 
que mató a Fafner en dura lid,
y que sin saber lo que ello suponía,
se hizo con el anillo.
Él tiene absoluta autoridad ahora.
Walhalla y Nibelheim 
se inclinan ante él.
 
(misteriosamente)
 
Ese intrépido héroe 
ha conseguido incluso 
acabar con mi maldición.
Como no tiene ni idea 
del valor del anillo,
no utiliza su preciado poder.
Riéndose va quemando su vida 
en las llamas del amor.
¡Destruirlo
es nuestra única solución!
¿Me oyes Hagen, hijo mío?
 
HAGEN
(con la misma actitud)
En este momento lo estoy utilizando 
para poder matarlo después.
 
ALBERICO
¡Hemos de conseguir el anillo de oro!
Hay una mujer inteligente
que sólo vive por amor al welsungo:
si llegara a aconsejarle que fuera
hasta donde viven las ondinas, 
que en las profundidades del río 
una vez me hicieron volver loco, 
y devolverles el anillo,
todo mi oro se perdería por siempre 
y ninguna artimaña astuta 
me ayudaría a recobrarlo.
Así que no te demores más 
y consigue el anillo.
Te engendré valiente,
para que te mantuvieras firme 
en las luchas contra los héroes.
A pesar de que no estabas dotado 
de la fuerza necesaria 
para enfrentarte al dragón,
pues eso estaba reservado sólo 
para el welsungo,
yo crié a Hagen con un odio feroz, 
y ahora él me vengará, 
se apoderará del anillo
y desprestigiará 
al welsungo y a Wotan.
¿Juras que lo harás, Hagen, 
hijo mío?
 
(a partir de aquí, sombras cada 
vez más densas ocultan a Alberico.
Al mismo tiempo comienza a
amanecer)
 
HAGEN
(en la misma actitud)
Tendré el anillo.
Tú descansa y espera.
ALBERICO
¿Lo juras, 
Hagen, mi héroe?
 
HAGEN
Me lo he jurado a mí mismo.
Deja de preocuparte.
 
(como con lo que sigue la figura 
de Alberico irá desapareciendo,
también su voz será cada vez más
imperceptible)
 
ALBERICO
¡Hagen, hijo mío, sé fiel!
¡Tú, héroe amado! ¡Sé fiel! 
¡Sé fiel! ¡Sé fiel!.
 
(Alberico ha desaparecido
totalmente. Hagen, que ha
permanecido durante todo 
el tiempo inmóvil en su posición,
mira ahora con los ojos fijos 
hacia el Rin, por el que se 
extiende la aurora)
 
Escena Segunda
 
(el Rin se ilumina poco a poco 
con las primeras luces del día. 
Hagen hace un movimiento brusco.
Sigfrido aparece de repente 
detrás de un arbusto junto a la 
orilla)
 
SIGFRIDO
¡Hoiho, Hagen! 
¡Dormilón!
¿Me has visto llegar?
 
(Sigfrido se presenta con su propia
figura, se quita de la cabeza el
Tarnhelm y se lo cuelga del
cinturón, mientras avanza unos
pasos)
 
HAGEN
(se pone en pié pausadamente)
¡Hola, Sigfrido! 
¡Héroe veloz!.
¿De dónde vienes?
 
SIGFRIDO
De la roca de Brunilda, 
en donde inhalé el aire 
con el que te he llamado:
así de rápido ha sido mi regreso.
Los otros dos viajan despacio. 
Llegarán, más tarde, en la barca.
 
HAGEN
¿Así que sometiste a Brunilda?
 
SIGFRIDO
¿Está Gutrune despierta?
 
HAGEN
(llamando hacia la sala)
¡Hoiho, Gutrune!
¡Sal fuera!
¡Sigfrido ha regresado!
¿Por qué te quedas ahí dentro?
 
SIGFRIDO
(volviéndose hacia la sala)
Os explicaré a los dos 
como vencí a Brunilda
 
(Gutrune le sale al encuentro desde
la sala)
 
¡Dame la bienvenida, 
hija de Gibich!
Te traigo buenas noticias.
 
GUTRUNE
¡Que Freia te dé la bienvenida
en nombre de todas las mujeres!
 
SIGFRIDO
Sé generosa y amable conmigo, 
pues yo me siento muy feliz:
hoy te he conseguido como esposa.
 
GUTRUNE
¿Brunilda pertenece a mi hermano?
 
SIGFRIDO
¡Con qué facilidad la consiguió!
 
GUTRUNE
¿No le abrasaron las llamas?
 
SIGFRIDO
No le hubieran hecho ningún daño.
Pero yo atravesé las llamas por él 
pues quería conseguirte a ti.
 
GUTRUNE
¿Y no resultaste herido?
 
SIGFRIDO
No, gocé con las llamas ardientes.
 
GUTRUNE
¿Brunilda te tomó por Gunther?
 
SIGFRIDO
Me parecía a él en todo, 
y eso lo conseguí con el Tarnhelm
tal como Hagen me dijo.
 
HAGEN
Te aconsejé bien.
 
GUTRUNE
¿Así que has sometido a la valiente?
 
SIGFRIDO
Se rindió ante la fuerza de Gunther.
 
GUTRUNE
Y  ¿se desposó contigo?
 
SIGFRIDO
Brunilda se sometió a su marido 
durante toda una noche nupcial.
 
GUTRUNE
Pero  ¿Suplantaste al marido?
 
SIGFRIDO
Gutrune estaba junto a Sigfrido.
 
GUTRUNE
¿Pero estaba Brunilda junto a ti?
 
SIGFRIDO
(señalando a su espada)
Entre el este y el oeste 
está el norte: 
tan cerca, tan lejos...
estaba Brunilda de mí.
 
GUTRUNE
¿Cómo la recibió Gunther
de ti?
 
SIGFRIDO
A través de las llamas 
que ahora se consumían, 
al amanecer ella y yo bajamos 
de la roca hasta el valle.
Cuando estuvimos cerca de la orilla, 
Gunther ocupó mi lugar 
en un abrir y cerrar de ojos.
Yo, haciendo uso del yelmo, 
llegué rápidamente hasta aquí.
Los amantes llegarán por el Rin
empujados por una fuerte brisa.
¡Así que prepárate para recibirlos!
 
GUTRUNE
¡Sigfrido, hombre fuerte, 
cuánto miedo te tengo!
 
HAGEN
(llamando desde la orilla)
¡Veo una vela a lo lejos!
 
SIGFRIDO
¡Dad las gracias al mensajero!
 
GUTRUNE
Démosle una gran bienvenida y,
así se sentirá contenta de estar aquí.
Hagen, reúne a las tropas para que
formen para la boda que se celebrará
en la casa de Gibich.
Las mujeres estarán encantadas,
las invitaré al banquete.
Con placer seguirán a los alegres.
 
(retrocediendo hacia la sala, se
vuelve otra vez)
 
¿Querrás descansar, héroe terrible?
 
SIGFRIDO
Ayudarte será todo mi reposo.
 
(le ofrece su mano y entran los 
dos en la sala. Hagen ha subido
ágilmente a una roca que hay en 
lo alto del foro: allí se dispone a
embocar su cuerno de toro para
soplar en él)
 
Escena Tercera
 
HAGEN
¡Hoiho! ¡Hoihohoho!
¡Vosotros vasallos de Gibich, 
levantaos!
¡Peligro, peligro!
¡A las armas, a las armas!
¡Tomad las armas!
¡Buenas armas!
¡Fuertes armas!
Y afiladlas bien para la lucha.
¡Estamos en peligro! 
¡Necesidad! ¡Peligro, peligro!
¡Hoiho! ¡Hoihohoho!
(Hagen permanece siempre en la
misma posición en la altura. Por los
distintos caminos vienen corriendo
precipitadamente gran cantidad de
hombres armados, primero de uno 
en uno, luego por grupos, que van
amontonándose junto a la ribera
que hay junto a la sala)
 
LAS TROPAS
(los hombres se dividen en dos
grupos, tenores y bajos)
¿Por qué suena el cuerno?
¿Por qué llamas a las tropas?
Hemos venido armados
con todas nuestras armas.
¡Hagen! ¡Hagen! 
¡Hoiho! ¡Hoiho!
¿De qué peligro hablas?
¿Qué enemigo se acerca a nosotros?
¿Quién nos ataca?
¿Está Gunther en peligro?
Hemos venido armados con lanzas 
y espadas afiladas.
¡Hoiho! ¡Ho Hagen!
 
HAGEN
(descendiendo de la altura)
¡Armaos bien 
y no os entretengáis!
Debéis recibir a Gunther 
que acaba de casarse.
 
LAS TROPAS
¿Qué peligro le amenaza?
¿Tiene al enemigo en los talones?
 
HAGEN
Nos trae a casa 
una esposa impresionante
 
LAS TROPAS
¿Acaso la tribu de ella
les persigue?
 
HAGEN
Viene solo,
nadie le sigue.
 
LAS TROPAS
¿Acaso ya ha vencido al peligro?
¿Ganó la batalla?
¡Dínoslo!.trofeos-14.gif
 
HAGEN
El asesino del dragón 
venció al peligro.
¡Sigfrido, el héroe, 
vigiló por su seguridad!
 
DOS HOMBRES
Entonces, 
¿cómo debe ayudarle su ejercito?
 
NUEVE HOMBRES
¿A qué le podrá ayudar el ejército?
 
HAGEN
¡Debéis sacrificar toros robustos 
y dejar que su sangre 
corra por el altar 
en honor a Wotan!
 
UN HOMBRE
Bien, Hagen 
¿Qué quieres que hagamos después?
 
OCHO HOMBRES
¿Qué nos ordenas después?
 
HAGEN
¡Sacrificad un jabalí 
en honor a Froh!
¡Una cabra ya madura 
en honor a Donner! 
¡Pero las ovejas deben ser
sacrificadas en honor a Fricka
para que bendiga el matrimonio!.
 
LAS TROPAS
(dando crecientes muestras de
alegría)
Una vez sacrificados los animales
¿Qué haremos después?
 
HAGEN
¡Sacad los cuernos de beber,
y dejad que vuestras esposas
os traigan hidromiel y vino 
para llenarlos con alegría!
 
LAS TROPAS
¿Y qué haremos cuando 
ya tengamos los cuernos llenos?
 
HAGEN
¡Seguid bebiendo 
hasta que la embriaguez os domine!
¡Honrad a todos los dioses, 
para que bendigan el matrimonio!.
 
LAS TROPAS
(prorrumpiendo en grandes
carcajadas)
La buena suerte y la falta de peligro 
deben de sonreír sobre el Rin
para que el sombrío Hagen 
se muestra tan alegre.
El Espino 
ya no pincha:
ha sido nombrado 
heraldo de bodas.
Ha sido nombrado 
heraldo de bodas. (bis)
¡Ha sido elevado a la categoría 
de heraldo de bodas!
¡La fortuna y la alegría
le sonríen al Rin,
pues Hagen (bis)
el terrible (bis)
está alegre (bis)
está muy alegre!
HAGEN
(que ha permanecido muy serio, ha
descendido por completo y se sitúa
entre los hombres)
Ya os habéis reído lo suficiente,
mis bravos soldados.
Recibid a la esposa de Gunther.
Aquí ya llega con Brunilda.
 
(les señala a los hombres el río;
unos corren hacia la altura,
mientras otros se sitúan alineados
junto a la orilla para ver a los
que llegan. Luego Hagen se
acerca a varios de ellos)
 
Sed amables con vuestra señora,
servidla fielmente.
¡Si alguien le hiciera algún mal, 
no demoréis en vengarla!
 
(se vuelve lentamente hacia el
lateral, en el foro. Durante lo
que sigue, llega por el Rin la 
barca que transporta a Gunther
y Brunilda)
 
LAS TROPAS
(los que habían estado observando
desde la altura, bajan corriendo 
a la orilla)
¡Salve! ¡Salve!
¡Bienvenido! ¡Bienvenido!
 
(varios hombres saltan al agua 
y empujan la barca a tierra. 
Todos se agolpan, apretados, en
la orilla)
 
¡Bienvenido Gunther!
¡Hurra! ¡Hurra! 
 

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