domingo, 26 de junio de 2011

EL OCASO DE LOS DIOSES - Richard Wagner

Escena Cuarta
 
(Gunther desciende con Brunilda 
de la barca; los hombres se alinean
respetuosamente para recibirles.
Durante lo que sigue Gunther
conduce solemnemente a Brunilda
de la mano)
 
LAS TROPAS
¡Salve a ti, Gunther! 
¡Salve para ti y para tu esposa!.
¡Bienvenidos!.
 
(entrechocan ruidosamente
sus armas)
 
GUNTHER
(presentando a sus hombres a
Brunilda. Ésta le sigue con la
mirada baja y muy pálida)
A Brunilda, la más augusta,
os he traído por el Rin.
Nadie ha conseguido jamás 
una esposa más noble.
¡Los dioses nos la han otorgado,
a nosotros, a la raza de Gibich,
y ahora podremos acceder 
a la gloria suprema!
 
LAS TROPAS
(volviendo a entrechocar sus armas)
¡Hurra! ¡Hurra a ti!
¡Afortunado gibichungo!
 
(Gunther conduce a Brunilda, que
nunca levanta la mirada, hacia la
sala, al tiempo que Sigfrido y
Gutrune salen de ella)
 
GUNTHER
(deteniéndose ante la sala)
¡Saludos, querido héroe;
saludos, estimada hermana!
Te veo feliz junto al hombre 
que te ha conseguido como esposa.
Aquí puedo ver ahora dos parejas 
resplandecientes de felicidad:
 
(acerca a Brunilda)
 
¡Brunilda y Gunther;
Gutrune y Sigfrido!
 
(Brunilda alza, con espanto, los 
ojos y mira a Sigfrido: su mirada
permanece estupefacta clavada en
él. Gunther, que ha soltado la
convulsa mano de Brunilda,
muestra, así como todos los
presentes, sorpresa ante la 
conducta de ella)
 
LOS HOMBRES
¿Qué le pasa? ¿Se ha vuelto loca?
 
(Brunilda comienza a temblar)
 
SIGFRIDO
(avanzando unos pasos hacia
Brunilda)
¿Qué atrae la mirada de Brunilda?
 
BRUNILDA
(casi sin poder dominarse)
¿Sigfrido  aquí? ¿Gutrune?
 
SIGFRIDO
La tierna hermana de Gunther
se casó conmigo 
tal como tú te casaste con él.
 
BRUNILDA
(con violencia)
¿Yo  con Gunther? 
¡Estás mintiendo!
 
(vacila y está a punto de caer
desmayada; Sigfrido la sostiene en
sus brazos)
 
Se me nubla la vista 
 
(observa veladamente a Sigfrido
desde sus brazos
 
¿Acaso Sigfrido no me reconoce?
 
SIGFRIDO
¡Gunther, 
tu esposa se encuentra mal!
 
(Gunther se dirige hacia ella)
 
¡Despierta mujer! 
Aquí tienes a tu esposo.
 
BRUNILDA
(descubre el anillo en el dedo 
de Sigfrido y se suelta con gran
violencia)
¡Mirad! ¡El anillo!
¡En su mano! 
¿Él? ¿Sigfrido?
 
LOS HOMBRES
¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
 
HAGEN
(viene desde el foro y se coloca
entre los hombres)
¡Escuchad atentamente
las quejas de esta mujer!
HAGEN
(que ha permanecido muy serio, ha
descendido por completo y se sitúa
entre los hombres)
Ya os habéis reído lo suficiente,
mis bravos soldados.
Recibid a la esposa de Gunther.
Aquí ya llega con Brunilda.
 
(les señala a los hombres el río;
unos corren hacia la altura,
mientras otros se sitúan alineados
junto a la orilla para ver a los
que llegan. Luego Hagen se
acerca a varios de ellos)
 
Sed amables con vuestra señora,
servidla fielmente.
¡Si alguien le hiciera algún mal, 
no demoréis en vengarla!
 
(se vuelve lentamente hacia el
lateral, en el foro. Durante lo
que sigue, llega por el Rin la 
barca que transporta a Gunther
y Brunilda)
 
LAS TROPAS
(los que habían estado observando
desde la altura, bajan corriendo 
a la orilla)
¡Salve! ¡Salve!
¡Bienvenido! ¡Bienvenido!
 
(varios hombres saltan al agua 
y empujan la barca a tierra. 
Todos se agolpan, apretados, en
la orilla)
 
¡Bienvenido Gunther!
¡Hurra! ¡Hurra! 
 
Escena Cuarta
 
(Gunther desciende con Brunilda 
de la barca; los hombres se alinean
respetuosamente para recibirles.
Durante lo que sigue Gunther
conduce solemnemente a Brunilda
de la mano)
 
LAS TROPAS
¡Salve a ti, Gunther! 
¡Salve para ti y para tu esposa!.
¡Bienvenidos!.
 
(entrechocan ruidosamente
sus armas)
 
GUNTHER
(presentando a sus hombres a
Brunilda. Ésta le sigue con la
mirada baja y muy pálida)
A Brunilda, la más augusta,
os he traído por el Rin.
Nadie ha conseguido jamás 
una esposa más noble.
¡Los dioses nos la han otorgado,
a nosotros, a la raza de Gibich,
y ahora podremos acceder 
a la gloria suprema!
 
LAS TROPAS
(volviendo a entrechocar sus armas)
¡Hurra! ¡Hurra a ti!
¡Afortunado gibichungo!
 
(Gunther conduce a Brunilda, que
nunca levanta la mirada, hacia la
sala, al tiempo que Sigfrido y
Gutrune salen de ella)
 
GUNTHER
(deteniéndose ante la sala)
¡Saludos, querido héroe;
saludos, estimada hermana!
Te veo feliz junto al hombre 
que te ha conseguido como esposa.
Aquí puedo ver ahora dos parejas 
resplandecientes de felicidad:
 
(acerca a Brunilda)
 
¡Brunilda y Gunther;
Gutrune y Sigfrido!
 
(Brunilda alza, con espanto, los 
ojos y mira a Sigfrido: su mirada
permanece estupefacta clavada en
él. Gunther, que ha soltado la
convulsa mano de Brunilda,
muestra, así como todos los
presentes, sorpresa ante la 
conducta de ella)
 
LOS HOMBRES
¿Qué le pasa? ¿Se ha vuelto loca?
 
(Brunilda comienza a temblar)
 
SIGFRIDO
(avanzando unos pasos hacia
Brunilda)
¿Qué atrae la mirada de Brunilda?
 
BRUNILDA
(casi sin poder dominarse)
¿Sigfrido  aquí? ¿Gutrune?
 
SIGFRIDO
La tierna hermana de Gunther
se casó conmigo 
tal como tú te casaste con él.
 
BRUNILDA
(con violencia)
¿Yo  con Gunther? 
¡Estás mintiendo!
 
(vacila y está a punto de caer
desmayada; Sigfrido la sostiene en
sus brazos)
 
Se me nubla la vista 
 
(observa veladamente a Sigfrido
desde sus brazos
 
¿Acaso Sigfrido no me reconoce?
 
SIGFRIDO
¡Gunther, 
tu esposa se encuentra mal!
 
(Gunther se dirige hacia ella)
 
¡Despierta mujer! 
Aquí tienes a tu esposo.
 
BRUNILDA
(descubre el anillo en el dedo 
de Sigfrido y se suelta con gran
violencia)
¡Mirad! ¡El anillo!
¡En su mano! 
¿Él? ¿Sigfrido?
 
LOS HOMBRES
¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
 
HAGEN
(viene desde el foro y se coloca
entre los hombres)
¡Escuchad atentamente
las quejas de esta mujer!
HAGEN
(que ha permanecido muy serio, ha
descendido por completo y se sitúa
entre los hombres)
Ya os habéis reído lo suficiente,
mis bravos soldados.
Recibid a la esposa de Gunther.
Aquí ya llega con Brunilda.
 
(les señala a los hombres el río;
unos corren hacia la altura,
mientras otros se sitúan alineados
junto a la orilla para ver a los
que llegan. Luego Hagen se
acerca a varios de ellos)
 
Sed amables con vuestra señora,
servidla fielmente.
¡Si alguien le hiciera algún mal, 
no demoréis en vengarla!
 
(se vuelve lentamente hacia el
lateral, en el foro. Durante lo
que sigue, llega por el Rin la 
barca que transporta a Gunther
y Brunilda)
 
LAS TROPAS
(los que habían estado observando
desde la altura, bajan corriendo 
a la orilla)
¡Salve! ¡Salve!
¡Bienvenido! ¡Bienvenido!
 
(varios hombres saltan al agua 
y empujan la barca a tierra. 
Todos se agolpan, apretados, en
la orilla)
 
¡Bienvenido Gunther!
¡Hurra! ¡Hurra! 
 
Escena Cuarta
 
(Gunther desciende con Brunilda 
de la barca; los hombres se alinean
respetuosamente para recibirles.
Durante lo que sigue Gunther
conduce solemnemente a Brunilda
de la mano)
 
LAS TROPAS
¡Salve a ti, Gunther! 
¡Salve para ti y para tu esposa!.
¡Bienvenidos!.
 
(entrechocan ruidosamente
sus armas)
 
GUNTHER
(presentando a sus hombres a
Brunilda. Ésta le sigue con la
mirada baja y muy pálida)
A Brunilda, la más augusta,
os he traído por el Rin.
Nadie ha conseguido jamás 
una esposa más noble.
¡Los dioses nos la han otorgado,
a nosotros, a la raza de Gibich,
y ahora podremos acceder 
a la gloria suprema!
 
LAS TROPAS
(volviendo a entrechocar sus armas)
¡Hurra! ¡Hurra a ti!
¡Afortunado gibichungo!
 
(Gunther conduce a Brunilda, que
nunca levanta la mirada, hacia la
sala, al tiempo que Sigfrido y
Gutrune salen de ella)
 
GUNTHER
(deteniéndose ante la sala)
¡Saludos, querido héroe;
saludos, estimada hermana!
Te veo feliz junto al hombre 
que te ha conseguido como esposa.
Aquí puedo ver ahora dos parejas 
resplandecientes de felicidad:
 
(acerca a Brunilda)
 
¡Brunilda y Gunther;
Gutrune y Sigfrido!
 
(Brunilda alza, con espanto, los 
ojos y mira a Sigfrido: su mirada
permanece estupefacta clavada en
él. Gunther, que ha soltado la
convulsa mano de Brunilda,
muestra, así como todos los
presentes, sorpresa ante la 
conducta de ella)
 
LOS HOMBRES
¿Qué le pasa? ¿Se ha vuelto loca?
 
(Brunilda comienza a temblar)
 
SIGFRIDO
(avanzando unos pasos hacia
Brunilda)
¿Qué atrae la mirada de Brunilda?
 
BRUNILDA
(casi sin poder dominarse)
¿Sigfrido  aquí? ¿Gutrune?
 
SIGFRIDO
La tierna hermana de Gunther
se casó conmigo 
tal como tú te casaste con él.
 
BRUNILDA
(con violencia)
¿Yo  con Gunther? 
¡Estás mintiendo!
 
(vacila y está a punto de caer
desmayada; Sigfrido la sostiene en
sus brazos)
 
Se me nubla la vista 
 
(observa veladamente a Sigfrido
desde sus brazos
 
¿Acaso Sigfrido no me reconoce?
 
SIGFRIDO
¡Gunther, 
tu esposa se encuentra mal!
 
(Gunther se dirige hacia ella)
 
¡Despierta mujer! 
Aquí tienes a tu esposo.
 
BRUNILDA
(descubre el anillo en el dedo 
de Sigfrido y se suelta con gran
violencia)
¡Mirad! ¡El anillo!
¡En su mano! 
¿Él? ¿Sigfrido?
 
LOS HOMBRES
¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
 
HAGEN
(viene desde el foro y se coloca
entre los hombres)
¡Escuchad atentamente
las quejas de esta mujer!
HAGEN
Entonces, ¿mi lanza no debe
ser lanzada contra este perjuro?
 
BRUNILDA
No vale la pena molestarse 
por juramentos y perjurios.
¡Tendrás que dotar 
de más fortaleza a tu lanza,
si quieres vencer al más poderoso!
 
HAGEN
Conozco bien la fuerza 
invencible de Sigfrido que
hace difícil de matarlo en la batalla.
Por ello tú puedes darme 
un consejo útil: 
¿Cómo puedo vencer al héroe?
 
BRUNILDA
¡Oh ingratitud!
¡Qué vil recompensa!
¡Todas las artes que conocía
las empleé para dotarle
de salud a su cuerpo!
Pues sin ni siquiera saberlo él,
fue envuelto por una magia 
que no permite que nadie le hiera.
 
HAGEN
¿Ningún arma puede herirle?
 
BRUNILDA
¡No en la batalla! Pero,
si le golpeas en la espalda... 
Yo sabía que nunca 
cedería ante el enemigo,
que no le daría la espalda huyendo,
así que ahí nunca le concedí 
el beneficio de mis hechizos.
 
HAGEN
¡Y ahí mi lanza le golpeará!
 
(se vuelve con rapidez a Brunilda y
a Gunther) 
 
¡Levántate Gunther!
¡Noble gibichungo!
Ahí tienes a tu valiente esposa:
¿pero qué haces ahí tan abatido?
 
GUNTHER
(levantándose con desesperación)
¡Qué deshonra!
¡Qué vergüenza!
¡Estoy maldito! Yo...
¡El más desgraciado de los hombres!
 
HAGEN
Estás deshonrado:
¿acaso puedo negarlo?
 
BRUNILDA
(a Gunther)
¡Hombre cobarde!
¡Falso compañero!
Te escondiste 
detrás del héroe 
para que él te consiguiera 
el precio de la fama.
¡Hasta el fondo se hundió 
tu altiva estirpe 
cuando procreó un cobarde como tú!
 
GUNTHER
(fuera de sí)
¡Engañé y fui engañado!.
¡Traicioné y soy traicionado!.
¡Rómpeme los huesos!
¡Destrózame el corazón!
¡Ayúdame Hagen! 
¡Ayuda a mi honor!
¡Ayuda a tu madre 
que también a mí me alumbró!
 
HAGEN
Ninguna inteligencia te ayudará,
ningunas manos te ayudarán:
sólo te ayudará...
¡La muerte de Sigfrido!
 
GUNTHER
(horrorizado)
¡La muerte de Sigfrido!
 
HAGEN
¡Sólo eso pagará tu deshonra!
 
GUNTHER
(mirando hacia adelante)
¡Nos juramos ser 
hermanos de sangre!
 
HAGEN
¡Romper un juramento 
sólo puede pagarse con sangre!
 
GUNTHER
¿Acaso rompió él el juramento?
 
HAGEN
Sí, ya que te engañó.
 
GUNTHER
¿Me engañó?
 
BRUNILDA
¡Él te engañó, y todos 
me engañasteis a mí!
¡Si yo pudiera vengarme,
toda la sangre del mundo no bastaría
para borrar vuestra culpabilidad!
Sin embargo, una sola muerte 
será suficiente para justificaros:
Sigfrido habrá de morir
para así expiar su culpa y la vuestra.
 
HAGEN
(volviéndose hacia Gunther)
¡Él morirá  para salvarte!.
Tendrás un poder inmenso 
si le quitas el anillo,
y sólo la muerte 
te permitirá arrebatárselo.
 
GUNTHER
(en voz baja)
¿El anillo de Brunilda?
HAGEN
¡El anillo del nibelungo!
 
GUNTHER
(suspirando)
¡Ha llegado el fin de Sigfrido!
 
HAGEN
Su muerte nos beneficiará a todos.
 
GUNTHER
Pero, ¿y Gutrune?
¡Yo se la entregué a él!
Si así castigamos a su marido...
¿cómo nos justificaremos ante ella?.
 
BRUNILDA
(enfurecida)
¿Qué me valió mi sabiduría?
¿De qué me sirvieron mis hechizos?
En mi desgracia 
he visto con claridad, 
que Gutrune es la bruja 
que sedujo a mi marido.
¡Que la angustia se apodere de ella!
 
HAGEN
(a Gunther)
Ya que la muerte de Sigfrido 
la entristecería, ocultémosla.
Mañana saldremos 
a una partida de caza.
El noble se distanciará de nosotros
y un jabalí lo matará.
 
GUNTHER, BRUNILDA
Así será: 
¡Sigfrido morirá!
Pagará por la deshonra 
que me ha causado.
Ha traicionado 
el juramento de lealtad, 
y con su sangre 
expiará su culpa.
¡Dios omnipotente y vengativo!
¡Tú, Wotan,
que compartes promesas  
y proteges los juramentos, 
pon tu mirada sobre nosotros!
¡Ordena a tus 
terribles huestes 
que escuchen 
nuestro juramento de venganza!
 
HAGEN
¡El héroe brillante morirá!
El tesoro es mío, 
debe pertenecerme.
Así que deja 
que le arrebaten el anillo.
¡Padre duende!
¡Príncipe caído! 
¡Guardián de la noche!
¡Señor de los nibelungos!
¡Alberico! 
¡Escúchame!.
¡Una vez más ordena 
a las fuerzas nibelungas
que te obedezcan,
a ti, al señor del anillo!
 
(cuando Gunther se vuelve
decididamente con Brunilda hacia
la sala, les sale desde ella al
encuentro el cortejo nupcial.
Muchachos y muchachas, agitando
varas adornadas con flores, saltan
alegremente por delante. Sigfrido 
es llevado sobre un escudo por los 
hombres, y Gutrune en un sillón.
Por distintos caminos, siervos y
criados llevan instrumentos de
sacrificio y animales a las piedras
consagradas de la eminencia del
foro, que adornan con flores.
Sigfrido y los hombres tocan con sus
cuernos la llamada de bodas. Las
mujeres convencen a Brunilda a
dejarse llevar al lado de Gutrune.
Brunilda mira fijamente a Gutrune,
quien le hace señas con sonrisa
amistosa. Cuando Brunilda quiere,
de pronto, retroceder, Hagen se
interpone con rapidez y la empuja
hacia Gunther, que ahora vuelve a
cogerle la mano, tras lo cual él
mismo se deja alzar sobre un escudo
por los hombres. Mientras el
cortejo, apenas interrumpido, vuelve
a ponerse en movimiento hacia la
altura, cae el telón)
ACTO  TERCERO
 
 
Preludio y Escena Primera
 
(Un bosque silvestre y valle rocoso
junto al Rin, que corre por el foro 
a lo largo de una escarpada
pendiente. Las tres hijas del Rin,
Woglinde, Flosshilde y Waltraute,
emergen del agua y nadan
jugueteando como en la danza del
corro) 
 
LAS HIJAS DEL RIN
(dejando de nadar, como cansadas)
El señor Sol 
envía rayos de luz;
la noche reina en las profundidades 
que una vez fueron luminosas 
cuando, seguro y majestuoso,
el oro de nuestro padre allí brillaba.
¡Oro del Rin! 
¡Oro resplandeciente!
¡Cómo brillabas entonces, 
noble estrella de las profundidades!
 
(vuelven a nadar formando un
círculo)
 
Weialala leía,
walhalla leialala.
 
(llamada lejana de un cuerno. Ellas
lo escuchan y siguen nadando)
 
Por favor, señor Sol,
envíanos al héroe 
que nos devolverá el oro.
Si él nos lo trae,
nunca más envidiaremos 
tus brillantes ojos.
¡Oro del Rin! 
¡Oro brillante!
¡Qué felizmente brillabas entonces,
estrella libre de las profundidades!
 
(se oye desde lo alto el cuerno de
Sigfrido)
 
WOGLINDE
Oigo un cuerno
 
WELLGUNDE
Ya viene el héroe
 
FLOSSHILDE
¡Pensemos qué hacer!
 
(La tres muchachas se sumergen de
prisa. Sigfrido aparece en la
pendiente completamente armado)
 
SIGFRIDO
Un duende me equivocó,
pues he perdido el rastro...
¡Eh, tú, bribón! ¿En que montaña 
escondiste tan rápido mi presa?
 
LAS HIJAS DEL RIN
(emergen de nuevo y nadan 
en corro)
¡Sigfrido!
 
FLOSSHILDE
¿Por qué gruñes tanto?
 
WELLGUNDE
¿Con qué duende estás enfadado?
 
WOGLINDE
¿Se ha burlado de ti un espíritu?
 
LAS HIJAS DEL RIN
¡Dínoslo, Sigfrido, dínoslo!.
 
SIGFRIDO
(las mira sonriente)
¿Acaso habéis seducido
a ese desgreñado 
que se me ha escapado?
Si se trata de vuestro amado, 
alegres mujeres,
con placer lo dejaré entre vosotras.
 
(las muchachas ríen)
 
WOGLINDE
Sigfrido, ¿qué nos darás,
si te enseñamos dónde está tu presa?
 
SIGFRIDO
Todavía no he cazado nada, 
así que, ¡pedid lo que queráis!
 
WELLGUNDE
En tu dedo brilla 
un anillo de oro
 
LAS HIJAS DEL RIN
¡Dánoslo!
 
SIGFRIDO
Maté a un monstruoso dragón 
por este anillo, y ahora 
¿debo cambiarlo por 
una insignificante piel de oso?
 
WOGLINDE
¿Acaso eres tan tacaño?
 
WELLGUNDE
¿Tan mezquino en los tratos?
 
FLOSSHILDE
Deberías ser generoso 
con las mujeres.
 
SIGFRIDO
Si gasto mis bienes con vosotras,
mi esposa sin duda me reñirá.
 
FLOSSHILDE
¿Así es de estricta?
 
WELLGUNDE
¿Te pega?
 
WOGLINDE
¡El héroe ya sintió su mano!
 
(las muchachas ríen)
 
SIGFRIDO
¡Seguid riendo
pero yo no os haré felices!
¡Aunque anheléis el anillo,
nunca os lo daré, ondinas!
 
(las muchachas se cogen de las
manos para formar el corro)
 
FLOSSHILDE
¡Tan apuesto que es!
 
WELLGUNDE
¡Tan fuerte!
 
WOGLINDE
¡Tan deseable!
 
LAS HIJAS DEL RIN
¡Qué pena que sea tan tacaño!
 
(ríen y vuelven a sumergirse)
 
SIGFRIDO
(baja un poco más por la pendiente)
¿Cómo podré soportar
su cumplidos tan llenos de rencor?
¿Acaso he de dejar 
que me insulten de esta manera?
Si volvieran a la orilla del río,
podrían quedarse con el anillo...
 
(llamándolas en voz alta)
 
¡Eh! ¡eh! ¡eh!
¡Alegres ondinas!
¡Venid, rápido!
¡Os daré el anillo!
(ha sacado del dedo el anillo 
y lo sostiene en alto. Al verlo,
las tres hijas del Rin vuelven a
emerger, hablando con seriedad
y solemnidad)
 
FLOSSHILDE
Quédatelo, héroe, 
y cuídalo bien 
hasta que aprendas el peligro...
 
WOGLINDE, WELLGUNDE
que contiene el anillo.
 
LAS HIJAS DEL RIN
Entonces te alegrarás
de que te libremos de su maldición.
 
SIGFRIDO
(con tranquilidad vuelve a ponerse
el anillo en el dedo)
Bueno, cantad lo que sabéis.
 
LAS HIJAS DEL RIN
¡Sigfrido, Sigfrido, Sigfrido!
Sabemos el mal que te aguarda.
 
WELLGUNDE
¡Te quedas el anillo a riesgo 
de poner tu vida en peligro!
 
LAS HIJAS DEL RIN
El anillo fue forjado 
con el Oro del Rin.
 
WELLGUNDE
El hombre que astutamente lo forjó, 
y vergonzosamente lo perdió...
 
LAS HIJAS DEL RIN
...lo maldijo,
y por siempre. 
El anillo traerá la muerte 
a cualquiera que lo lleve.
 
FLOSSHILDE
Tal como tú mataste al dragón...
 
WELLGUNDE, FLOSSHILDE
...así te matarán a ti también...
 
LAS HIJAS DEL RIN
...hoy mismo,
eso te lo podemos asegurar,
si no nos devuelves el anillo...
 
WELLGUNDE, FLOSSHILDE
...para ocultarlo en el profundo Rin
 
LAS HIJAS DEL RIN
¡Sólo su corriente
puede redimir la maldición!
 
SIGFRIDO
¡Astutas mujeres, parad!
¡Si apenas me creí 
todos vuestros cumplidos, 
vuestras amenazas 
me impresionan aún menos!
 
LAS HIJAS DEL RIN
¡Sigfrido! ¡Sigfrido!
¡Estamos diciéndote la verdad!
¡Ten cuidado de la maldición!
Cada noche la maldición es hilada
por las Nornas que tejen así
la cuerda de la Ley Primitiva.
 
SIGFRIDO
Mi espada rompió una lanza.
¡La ley Primitiva 
y sus hilos inacabables,
si ellas tejieron con él
maldiciones salvajes...
Notung se la cortará a las Nornas!
Es cierto que un dragón 
me advirtió de la maldición, 
pero no me enseñó a temerla.
 
(mirando el anillo)
 
Con el anillo conseguiría 
poseer el mundo, 
pero con placer renunciaría a él 
a cambio del amor...
Os lo daría si pudierais 
hacer que os amara.
Pero como amenazáis 
mi cuerpo y mi vida,
aunque tan sólo tuviera el valor 
del dedo en que lo llevo,
no os lo daría.
Mi vida y cuerpo,
mirad:
 
(Coge un puñado de tierra, y por
encima de su cabeza la tira,
mientras va diciendo las últimas
palabras)
 
¡Así...
es como los arrojo lejos de mí!!
 
LAS HIJAS DEL RIN
¡Vámonos hermanas!
Dejemos a este loco.
¡Aunque él se crea un héroe 
inteligente y fuerte,
como un ciego atado se comporta!
 
(con gran excitación, nadan en
amplios círculos cerca de la 
orilla)
 
¡Hizo juramentos 
y no los cumple!
 
(con movimientos violentos)
 
¡Sabe los misterios 
pero no les hace ningún caso!
 
FLOSSHILDE, WOGLINDE
Se le concedió 
la posesión de algo glorioso...
 
LAS HIJAS DEL RIN
...pero como no lo sabe, 
lo rechazó.
 
FLOSSHILDE
¡Sólo desea el anillo...
 
WELLGUNDE
...que le condena a muerte!
 
LAS HIJAS DEL RIN
sólo el anillo quiere quedarse!
¡Adiós Sigfrido!.
Una mujer orgullosa
se convertirá hoy 
en tu heredera, rufián.
Ella nos escuchará mejor que tú.
¡A ella! ¡A ella! ¡A ella!
 
(se vuelven rápidamente para
formar de nuevo el corro, y 
así se alejan nadando hacia 
el foro. Sigfrido las contempla
sonriendo, apoya una pierna 
sobre una roca de la orilla y 
con el mentón descansando en
la mano)
 
Weialala leia, wallalla leialala.
 
SIGFRIDO
En el agua como en tierra firme
he aprendido cómo son las mujeres:
cuando sus halagos no convencen,
nos aterrorizan con amenazas.
Cualquiera que las desafíe,
ha de soportar sus enfados.
 
(las hijas del Rin han desaparecido
totalmente)
 
Y sin embargo, si no fuera por 
la fidelidad que le debo a Gutrune
¡Fácilmente podría haber seducido 
a una de esas voluptuosas mujeres!
 
LAS HIJAS DEL RIN
¡La, la!
 
(con las últimas palabras de
Sigfrido se han oído, muy lejos, 
los últimos "la, la, la" de las 
hijas del Rin. Desde la altura 
llegan llamadas de cuernos de caza)
 
VOZ DE HAGEN
(desde lejos)
¡Hoiho!
 
(Sigfrido sale de sus ensimismados
pensamientos y responde a la
llamada de Hagen con su 
cuerno)
Escena Segunda
 
LAS TROPAS
(fuera de la escena)
¡Hoiho! ¡Hoiho!
 
SIGFRIDO
(contestando)
¡Hoiho! ¡Hoiho! ¡Hoihe!
 
(Hagen y Gunther avanzan por la
altura)
 
HAGEN
(mirando a Sigfrido)
¿Por fin hemos descubierto 
dónde habías escapado?
 
SIGFRIDO
¡Bajad! 
¡Aquí hace fresco y corre el aire!
 
(todos los hombres viene por la
altura y descienden junto con
Gunther y Hagen)
 
HAGEN
Descansemos aquí 
y preparemos algo de comer.
 
(apilan las piezas cazadas)
 
Dejemos descansar la caza 
y saquemos los odres.
 
(tumbándose sacan odres y 
cuernos. Hagen, señalando a  
Sigfrido dice:)
 
Nos ha espantado las presas
y ahora tedremos que escuchar 
las maravillas de su cacería.
 
SIGFRIDO
No tengo suficiente comida;
tendré que pediros 
de la vuestra.
 
HAGEN
¿No has matado ningún animal?
 
SIGFRIDO
Salí a perseguir caza mayor
pero sólo encontré aves acuáticas.
Si hubiera sabido cómo, 
habría cazado 
tres pájaros acuáticos silvestres,
que allí en el Rin, con su canción,
me han dicho que hoy moriría.
 
(se tiende entre Gunther y Hagen.
Gunther mira sombríamente a
Hagen)
 
HAGEN
Eso sí que sería una pobre cacería:
que al cazador sin ninguna presa
una bestia al acecho lo matara
 
SIGFRIDO
¡Tengo sed!
 
HAGEN
(mientras hace que llenen un 
cuerno para Sigfrido que le ofrece
después)
Sigfrido, he oído decir 
que tú puedes entender 
el canto de los pájaros
¿Es verdad?
 
SIGFRIDO
Hace mucho tiempo que no me paro 
a escuchar su canto.
 
(cogiendo el cuerno bebe. A
continuación se vuelve a Gunther
y se lo ofrece)
 
¡Bebe, Gunther, bebe!
¡Tu hermano te lo ofrece!
 
GUNTHER
(mirando horrorizado el cuerno)
¡Esta bebida no tiene color; 
 
(con voz apagada y bronca)
 
en ella sólo hay tu sangre!
 
SIGFRIDO
(riendo)
Entonces, ¡mézclese con la tuya!
 
(vierte el cuerno de Gunther en el
suyo de forma que el líquido rebosa)
 
La mezcla ha desbordado la copa:
lo que ha caído seguro que 
ha revitalizado a la Madre Tierra
 
GUNTHER
(suspirando)
¡Héroe, estás demasiado feliz!
 
SIGFRIDO
(a Hagen en voz baja)
¿Brunilda le causa problemas?
 
HAGEN
(en voz baja a Sigfrido)
¡Si él pudiera entenderla tan bien 
como tú el canto de los pájaros!
 
SIGFRIDO
Desde que oí el de las mujeres, 
olvidé el canto de los pájaros.
 
HAGEN
¿Pero antes lo entendías?
 
SIGFRIDO
(volviéndose hacia Gunther)
¡Eh, Gunther, 
compañero desgraciado!
Si me lo agradecieras, 
te contaría historias 
de cuando era un muchacho.
 
GUNTHER
Me gustaría oírlas.
 
(todos se colocan alrededor de
Sigfrido, que es el único que
permanece sentado mientras que
los otros permanecen tumbados)
 
HAGEN
Bueno pues ¡cántalas, héroe!
 
SIGFRIDO
Mime se llamaba 
un enano de muy mal genio.
El odio le obligó 
a criarme para que el niño,
cuando se hiciera fuerte, 
matara por él un dragón
que vivía en el bosque 
y que guardaba un tesoro.
Me enseñó el arte de la fundición
y la forja de metales,
más lo que este artesano 
no pudo hacer, 
su aprendiz tuvo que lograrlo:
los trozos de una espada
tuvieron que ser forjados de nuevo.
Era la espada de mi padre 
lo que yo forjé otra vez.
Hice a Notung 
tan fuerte como el acero y 
el enano dijo que era 
apta para la batalla.
Así que me llevó al bosque
y allí maté 
a Fafner, el dragón.
Pero ahora, escuchad 
atentamente mi historia:
os explicaré algo realmente raro.
La sangre del dragón 
me quemó los dedos y yo
los metí en la boca 
para apaciguar el calor.
Apenas había mojado 
mi lengua con la sangre,
cuando los pájaros 
empezaron a cantar,
y en seguida comprendí su canto.
Uno se posó en una rama y cantó:
"¡Ehi, a Sigfrido pertenece ahora 
el tesoro de los nibelungos!
¡Si lo encontrara ahora en la cueva!
¡Si coge el Tarnhelm, 
éste le reportará grandes aventuras!
¡Pero si coge el anillo,
éste le convertirá en 
el señor del mundo"!
HAGEN
Anillo y Tarnhelm 
¿te los llevaste?
 
LOS HOMBRES
¿Volviste a oír al pájaro?
 
SIGFRIDO
Cogí el Anillo y el Tarnhelm,
y volví 
a escuchar 
a aquél maravilloso parlanchín.
Se posó en los árboles y cantó:
"¡Hola! ¡Sigfrido tiene ahora 
el casco y el anillo!
¡No debes confiar 
para nada en Mime, pues es desleal!
Sólo quiere robarte el tesoro;
está al acecho en tu camino.
Va tras tu propia vida, Sigfrido.
¡Oh, Sigfrido no debe confiar 
en Mime"!
 
HAGEN
¿Y se trataba de un buen consejo?
 
CUATRO HOMBRES
¿Te vengaste de Mime?
 
SIGFRIDO
Vino a mí 
con un brebaje ponzoñoso.
Tartamudeando y lleno de miedo 
me dijo las peores maldades.
¡Notung acabó con el bribón!
 
HAGEN
(riendo fuertemente)
¡Lo que no pudo forjar, 
Mime sí que probó!
 
(hace que llenen de nuevo un cuerno
y vierte dentro el jugo de una
hierba)
 
DOS HOMBRES
¿Qué te dijo el pájaro después?
 
HAGEN
Bebe algo antes, héroe, 
toma mi cuerno
sazonado con especias:
¡Te despertará la memoria 
 
(le da el cuerno a Sigfrido)
 
y no olvidarás el pasado!
 
SIGFRIDO
(mira pensativamente el cuerno y
luego bebe despacio)
Con pena, volví a mirar a los árboles
y a escuchar al pájaro que cantó:
¡Hola! ¡Sigfrido ha matado 
al malvado enano!
Ahora, podría hablarle
de la más maravillosa mujer;
que duerme en una roca alta, 
y las llamas arden 
alrededor de su morada.
¡Si atraviesas esas llamas 
y despiertas a la mujer...
Brunilda será tuya!
 
HAGEN
¿Y seguiste 
el consejo del pájaro?
 
SIGFRIDO
Sin demora 
empecé a caminar
 
(Gunther escucha con creciente
sospecha)
 
hasta que llegué a la ardiente roca.
Atravesé las llamas 
y como recompensa hallé...
 
(con sentimiento de creciente 
éxtasis)
 
una maravillosa mujer que dormía 
cubierta con una brillante armadura.
Cogí el caso 
de aquella gloriosa doncella, 
y con un beso audaz la desperté.
¡Oh, cómo me estrechaban
los ardientes brazos de Brunilda!
 
GUNTHER
(poniéndose repentinamente en 
pié)
¿Qué es esto que oigo?
 
(dos cuervos echan a volar desde un
arbusto, describen un círculo sobre
Sigfrido, y vuelan después hacia 
el Rin)
 
HAGEN
¿También entiendes 
lo que dicen esos cuervos?
 
(Sigfrido se pone en pié
bruscamente y al mirar a los
cuervos le da la espalda a Hagen)
 
¡Gritan venganza!
 
(Hagen clava su lanza en la espalda
de Sigfrido. Gunther y los hombres
se abalanzan sobre Hagen. Sigfrido
levanta en alto con ambas manos
su escudo, para arrojárselo a
Hagen: le abandonan las fuerzas;
vacila y el escudo se le cae hacia
atrás; él mismo se derrumba sobre
el escudo)
 
CUATRO HOMBRES,
(que han intentado, en vano, detener
a Hagen)
Hagen, ¿qué has hecho?
 
OTROS DOS HOMBRES
¿Qué hiciste?
 
GUNTHER
Hagen, ¿qué has hecho?
 
HAGEN
¡He vengado el perjurio!
 
(Hagen se vuelve tranquilo hacia
el lateral y se va perdiendo 
después, poco a poco, hacia la
altura, por donde se le ve
alejarse lentamente a través del
crepúsculo, que ya se adivina.
Gunther, acercándose, se 
agacha, profundamente dolorido,
al lado de Sigfrido. Los hombres
rodean compasivamente al
moribundo)
 
SIGFRIDO
(sentado sostenido por dos hombres,
abre sus ojos radiantes)
¡Brunilda! 
¡Mi sagrada esposa! 
¡Despierta! ¡Abre los ojos!
¿Quién te hizo 
volver a dormir?
¿Quién te ha forzado a sucumbir
a este terrible sueño?
El que te despertó vino hasta a ti,
te despertó con un beso, 
y cuando las ataduras de la esposa 
se rompieron... 
¡Brunilda le sonrió!
¡Ay, esos ojos, 
abiertos para siempre!
¡Ay, esa maravillosa 
brisa de tu aliento!
¡Morir es dulce...
dichoso anochecer!
¡Brunilda... me da la bienvenida!
 
(Se desploma y muere. Los demás
quedan paralizados de dolor. Es 
de noche. A una indicación de
Gunther, los hombres alzan el
cadáver de Sigfrido y, durante 
lo que sigue, lo llevan fuera
lentamente en solemne cortejo
por las rocosas alturas. La luna
asoma a través de las nubes e
ilumina cada vez con mayor
claridad al cortejo fúnebre, que
alcanza las alturas montañosas.
Desde el Rin se ha levantado una
niebla que llena poco apoca todo 
el escenario, por lo que la comitiva
fúnebre se va volviendo
gradualmente invisible, hacia el
proscenio, de manera que éste
permanece totalmente cubierto
durante el interludio, conocido
como "Marcha Fúnebre". La 
niebla se va disipando hasta que
finalmente la sala de los
gibichungos se va haciendo
reconocible, al igual que en el
primer acto)
Escena Tercera
 
(Es de noche. La luz de la luna se
refleja en las aguas del Rin.
Gutrune entra en la sala del palacio
gibichungo)
 
GUTRUNE
¿Es ese su cuerno? 
 
(escucha)
 
¡No!... Todavía 
no ha vuelto a casa...
Me he despertado con pesadillas.
Su caballo relinchaba salvajemente.
La risa de Brunilda 
me ha despertado.
¿Quién era la mujer 
que he visto caminando 
hacia la orilla?
Tengo miedo de Brunilda
¿Estará en casa? 
 
(escucha junto a la puerta de la
derecha y llama)
 
¡Brunilda! ¡Brunilda!
¿Estás despierta?
 
(abre con timidez y mira dentro del
aposento)
 
La habitación está vacía.
Era ella la que vi 
caminando hacia el Rin.
¿Qué era ese cuerno? 
¡No!
Todo está desierto.
 
(mira afuera con angustia)
 
¡Ojalá pudiera ver pronto a Sigfrido!
 
(cuando Gutrune oye la voz de 
Hagen, queda inmóvil unos instantes,
como paralizada por el miedo)
 
VOZ DE HAGEN
(acercándose desde fuera)
¡Hoiho! ¡Hoiho!
¡Despertad! ¡Despertad!
¡Luces! ¡Luces! 
¡Encended las antorchas!
¡A casa traemos 
el botín de la cacería!
¡Hoiho! ¡Hoiho!
 
(resplandor de antorchas desde
el exterior. Hagen entra)
 
¡Levántate Gutrune!
¡Da la bienvenida a Sigfrido!
El gran héroe 
ya regresa a casa.
 
GUTRUNE
(con angustia)
¿Qué ha pasado Hagen?
No he oído su cuerno.
 
(Hombres y mujeres con antorchas
encendidas se unen a la procesión
de los soldados que regresan con el
cadáver de Sigfrido. Gunther se
halla entre ellos).
 
HAGEN
El héroe está pálido y ahora
ya no puede hacer sonar el cuerno.
¡No puede salir de cacería,
no puede ir a la batalla,
no puede amar a mujeres hermosas!
 
GUTRUNE
(con creciente estupor)
¿Qué es lo que traen esos?
 
(el cortejo entra en la sala por el
centro, y los hombres colocan el
cadáver sobre un estrado que han
colocado rápidamente)
 
HAGEN
Víctima de un jabalí salvaje:
¡Sigfrido, tu amado esposo!
 
(Gutrune grita y se desmaya sobre
el cadáver. La tristeza invade a los
presentes. Gunther atiende a la
desmayada)
 
GUNTHER
Gutrune, querida hermana, 
¡abre los ojos, 
háblame!.
 
GUTRUNE
(volviendo en sí)
¡Sigfrido...  Sigfrido muerto!
 
(rechaza violentamente a Gunther)
 
¡Apártate de mí, hermano desleal, 
tú has asesinado a mi esposo!
¡Ayudadme! ¡Ayudadme! 
¡Oh, oh!
¡Han matado a Sigfrido!
 
GUNTHER
A mí no te quejes, quéjate a Hagen.
Él es el maldito jabalí 
que ha envestido 
a este hombre noble.
 
HAGEN
¿Estás enfadado conmigo por ello?
 
GUNTHER
¡Que el miedo y la mala fortuna
se apoderen de ti para siempre!
 
HAGEN
(avanzando con actitud
desafiante)
¡Pues sí!... ¡Yo le he matado!
¡Yo... Hagen... 
acabé con su vida!
Lo atravesé con mi lanza 
sobre la que cometió perjurio.
El derecho al botín
lo he conseguido para mí:
¡por ello ahora pido su anillo!
 
GUNTHER
¡No te acerques! Nunca tendrás 
lo que a mí me pertenece.
 
HAGEN
¡Soldados, juzgad si tengo razón!
 
GUNTHER
¿Tomarías la herencia de Gutrune, 
hijo sinvergüenza del duende?
 
HAGEN
(Sacando la espada)
¡Así exige su herencia 
el hijo del duende!
 
(Cae sobre Gunther que intenta
defenderse. Luchan. Los hombres
intentan interponerse. Gunther cae
muerto a causa de las estocadas de
Hagen)
 
¡Dame el anillo!
 
(agarra la mano de Sigfrido, que 
se alza amenazadoramente. 
Gutrune ha gritado con horror al
caer Gunther. Todos permanecen
paralizados por el terror. Desde 
el foro se ve avanzar a Brunilda,
decidida y solemne, hacia el
proscenio)
BRUNILDA
(todavía desde el foro)
¡Dejad de llorar y de lamentaros!
Todos vosotros traicionasteis
a su mujer
que viene ahora a vengarse.
 
(continúa avanzando tranquila)
 
He oído niños 
gimoteando a sus madres
cuando derraman la dulce leche.
Pero no he oído 
un lamento digno 
del más noble de los héroes.
 
GUTRUNE
(levantándose del suelo)
¡Brunilda! ¡La envidia te corroe!
Tú nos trajiste esta tragedia;
tú volviste a los hombres contra él.
¡Qué pena que vinieras a esta casa!
 
BRUNILDA
¡Cállate, pobre desgraciada!
Nunca fuiste su verdadera esposa:
fuiste su concubina.
Yo soy su esposa legítima:
a mí me juró fidelidad eterna 
mucho antes de que Sigfrido 
te pusiera la vista encima.
 
GUTRUNE
(con desesperación)
¡Maldito seas Hagen, 
por recomendarme aquella droga 
que le robó el marido!
¡Oh, que desgraciada soy!
Ahora, de repente, lo entiendo todo.
¡Brunilda era la amada
que el brebaje le hizo olvidar!...
 
(se ha apartado con repugnancia
del cadáver de Sigfrido y se inclina
ahora, apenada, sobre el cadáver 
de Gunther; así permanecerá,
inmóvil, hasta el final. Hagen está 
de pié en el lateral opuesto,
apoyado desafiante en su lanza 
y escudo, sumido en sombríos
pensamientos. Brunilda , sola 
en el centro; después de haber
estado largo rato contemplando 
a Sigfrido, se vuelve ahora, con
solemnidad, a los hombre y
mujeres)
 
BRUNILDA
¡Junto a la orilla del Rin 
quiero que me levantéis 
una pira de gruesos leños!
Alta y brillante se alzará la pira 
donde arderá el cuerpo del héroe.
Traed su caballo 
que junto a mí seguirá al guerrero,
para que el honor 
más sagrado del héroe 
sea compartido
por mi propio cuerpo.
¡Haced lo que Brunilda ordena!
 
(durante lo que sigue, los hombres
jóvenes levantan delante de la 
sala, cerca de la orilla del Rin, 
una enorme pira de leños;
después las mujeres la adornan 
con hierbas y flores. Brunilda
queda absorta de nuevo en la
contemplación del amado rostro 
del cadáver de Sigfrido. Sus
facciones van, poco a poco,
dulcificándose )
 
Como puros rayos de sol
su resplandor brilla sobre mí.
Era el más puro y me traicionó.
Engañó a su esposa, 
pero permaneció leal a su amigo
y de su amada, 
su única amiga, 
se separó con su espada.
Jamás juró un hombre 
más sincero que él.
Jamás un hombre 
más leal que él hizo un trato.
Jamás un hombre 
más honesto que él 
llegó a enamorarse.
Y sin embargo, traicionó 
todos sus juramentos y tratos,
y traicionó a su más sincero amor:
como nadie jamás ha traicionado.
¿Sabéis como ocurrió?
 
(mirando hacia lo alto)
 
¡Oh, tú que tan solemnemente 
proteges los juramentos!
Presta atención 
a mi dolor creciente.
¡Mira tu eterna culpabilidad!
¡Escucha mi queja, 
dios majestuoso!
Con la más valiente de sus hazañas 
le involucraste en aquello 
que tú tanto deseabas y al hacerlo, 
provocaste tu propia ruina.
¡Yo tuve que ser traicionada 
por el más puro 
para que la sapiente
se convirtiera en una mujer!
¿Que si sé lo que tú necesitas?
Todo, todo, todo lo sé... 
ahora lo entiendo todo.
Hasta puedo oíros a vosotros, 
cuervos, moviendo las alas.
Ahora os enviaré a los dos a casa 
para que llevéis la noticia 
tan temida y deseada.
¡Descansa, descansa, tú, dios!
 
(Da la señal para que los soldados
lleven el cuerpo de Sigfrido a la
pira, y al mismo tiempo, saca el
anillo del dedo de Sigfrido y lo
contempla  pensativamente)
 
Ahora he tomado 
lo que me pertenecía...
¡Anillo maldito!
¡Terrible anillo!
Cojo tu oro 
y ahora me deshago de él.
A vosotras inteligentes hermanas 
de las profundidades,
ninfas nadadoras del Rin,
os doy las gracias 
por vuestro buen consejo.
Os entregaré 
lo que tanto deseáis:
¡Cogedlo de entre mis cenizas!
¡Este fuego que me quema
limpiará el anillo de su maldición!
Vosotras en el agua
lo disolveréis 
y con cuidado protegeréis 
este oro brillante que 
tan vilmente os fue robado.
(se ha puesto el anillo en el dedo 
y se vuelve ahora hacia el montón
de leña, sobre el que yace,
extendido, el cuerpo exánime de
Sigfrido. Le arrebata a uno de los
soldados una enorme antorcha, la
agita y señala con ella hacia el 
foro)
 
¡Cuervos, volad a casa!
¡Contadle a vuestro señor 
lo que oísteis decir junto al Rin!
¡Id a la Roca de Brunilda
y decidle a Loge, 
que aún arde allí,
cual es el camino del Walhalla!
¡Ya se acerca 
el fin de los dioses!
¡Así... en la orgullosa fortaleza 
del Walhalla arrojo esta antorcha!
 
(arroja la antorcha sobre la pira 
de maderas, la cual se inflama con
rapidez. Dos cuervos han echado
a volar desde una roca junto a la
orilla y desaparecen hacia el foro.
Brunilda descubre su caballo, que
en este momento traen dos hombres)
 
¡Grane caballo mío, 
a ti te saludo!
 
(ha salido a su encuentro, 
con rapidez le quita las bridas
y despues se inclina cariñosamente
hacia él)
 
Amigo mío, 
¿también sabes a dónde te llevo?
Tu amo, 
Sigfrido mi héroe glorioso,
yace brillando entre las llamas.
¿Relinchas de ganas de seguir 
los pasos de tu amigo?
¿Acaso las llamas sonrientes 
te atraen hacia él?
Siente como arde 
también mi pecho.
¡El fuego resplandeciente
se ha apoderado de mi corazón...
que ansía abrazarle 
y ser abrazada por él 
y así permanecer unidos 
en un amor monumental!
¡Heiajoho! ¡Grane! 
¡Saluda a tu señor!
¡Sigfrido! ¡Sigfrido! ¡Mira!
 
(ha subido al caballo y ahora lo
hace encabritarse para prepararlo
para el salto)
 
¡Tu alegre esposa te saluda!
 
(se lanza con el caballo de un salto
a la ardiente pira. Inmediatamente
las llamas se elevan crepitando, de
manera que el fuego llena todo el
escenario delante de la sala y
parece estar amenazando a esta
misma. Despavoridos , los hombres
y mujeres se empujan hacia el
proscenio exterior. Cuando todo el
espacio escénico parece estar
invadido por el fuego, se apaga de
repente el resplandor ígneo, de
manera que pronto sólo queda una
nube de humo, que se disipa hacia
el foro y allí se estabiliza en el
fondo como una capa de nubes. 
Al mismo tiempo, el Rin ha 
crecido rápidamente por encima 
de la orilla y al desbordarse 
echa sus aguas sobre el lugar 
del incendio. Sobre las olas han
nadado hasta aquí las tres hijas 
del Rin y ahora aparecen por
encima de la pira. Hagen, que 
junto al telón, ha observado con
creciente angustia el proceder de
Brunilda con el anillo, es presa 
de un gran espanto a la vista de 
las hijas del Rin. Rápidamente,
arroja de sí  su lanza, su escudo 
y su caso y se tira a la corriente
como un loco, llorando).
 
HAGEN
¡Alejaos del anillo!.
 
(Woglinde y Wellgunde enlazando
sus brazos alrededor del cuello 
de Hagen, lo conducen, nadando
hasta las profundidades del río.
Flosshilde, nadando delante de 
las otras hacia el foro,
completamente llena de alegría
sostiene triunfalmente en alto 
el anillo recuperado. A lo lejos, 
a través de la capa de nubes, 
se aprecia con creciente claridad
un resplandor de fuego. Iluminadas 
por este resplandor, se observa 
a las tres hijas del Rin jugando
alegremente con el anillo y 
nadando en corro sobre las 
aguas, ahora más calmadas, 
del Rin que se retira poco a 
poco a su lecho. Desde las 
ruinas del palacio que se ha
derrumbado, hombre y mujeres
observan, cómo las llamas se 
elevan hacia el cielo. Cuando 
estas brillan con la más intensa
claridad, se ve en el cielo el 
Wahalla, donde dioses y héroes,
reunidos, están sentados según la
narración de Waltraute en el 
primer acto. Las llamas van lamiendo
paulatinamente la sala de los
dioses. Cuando estos están
cubiertos totalmente por el fuego,
cae el telón)

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